El señor Ambro, el último pavero de VALDEPOLO y de LEÓN
El señor Ambrosio de Valdepolo |
Sirva este artículo de homenaje para el último pavero de León
Ambrosio Andrés Caso era una de esas personas que cada edición acudía a la "Feria del Puerro y del Pavo" y llegó a ser muy querido y conocidísimo, un icono en toda la comarca. Hombre muy sabio que escribía, pintaba, y que tenía una peculiar filosofía de la vida. Era el último pavero de Valdepolo, que es como decir la patria de los paveros de León. Cada año hacia noche en Calzada del Coto para poder llegar temprano al día siguiente a Sahagún. Mucha gente decía que hasta que no llegaba él no comenzaba la Fería.
Después de grabar este video en la navidad de 2001 el periodísta Javier Perez Andrés daba el último adios a Ambrosio en el año 2006 con este entrañable artículo de opinión publicado en El Norte de Castilla:
Valdepolo es un pueblín de los Payuelos donde están las
lagunas de Gento y Sentiz, no muy lejos de San Miguel de Escalada, la joya del mozárabe hispano que, por estos pagos de Rueda, los paisanos siguen llamando El Priorato.
Ambrosio y sus pavos en Valdepolo, León
Ambrosio me hablaba de todo esto cuando rayaba los 90 años, a pocas semanas de la Navidad del 2001. «Me dicen que estoy mayorín, y mira...». Entonces, el señor Ambrosio hacía sonar la lata que tenía en sus manos y silbaba.
La piara de pavos le contestaba a coro alborotada y le seguía como un ejército a su capitán. Mientras, Ambrosio sonreía y me demostraba que, de mayorín, nada. Porque Ambrosio Andrés Caso, que nos dejó este fin de semana pasado, era un hombre bueno que, cuando le entraron las canas, puso en práctica una teoría, que según él, «venía en las Sagradas Escrituras» y que decía que el hombre, cuando se hace viejo, debe retomar el camino que emprendió en su juventud.
Feria de San Simón en Sahagún, año 1915 |
Y él siempre quiso criar pavos, como había visto hacer de niño a los suyos. Cuando regresó a su pueblo lo hizo, ya lo creo que lo hizo. Fue el mejor criador de pavos, el pavero que alegró los últimos san simones en los otoños de Sahagún de Campos. Desde que Ambrosio y sus pavos ya no ganaban todos los premios y se lucían en la fiesta de San Simón facundina, San Simón ya no es San Simón. Ambrosio se jactaba de tener tantos pavos en su piara como años cumplía. Y es que el tío Ambrosio fue todo un icono en la comarca. Gracias a él supimos muchos que la carne de pavo mató la hambruna en la posguerra y que de los pavos vivieron algunas familias de Valdepolo, Villaverde La Chiquita, Villamuñío, Gradefes, Quintana de Rueda o Sahechores. Ambrosio relataba las cosas como solo lo hacen los paisanos que saben hablar con juicio, sin gastar palabras sin sentido y colocando en cada frase un mensaje. Ambrosio narraba y sentenciaba a la vez. Y, en medio, te regalaba versos de memoria para terminar lamentándose en el recuerdo de la desaparición de los paveros, aquellos que salieron muchas veces y muchos años, con grandes piaras de pavos, siguiendo la vereda de cañadas y cordeles camino de Santander y Bilbao para vender los pavos en Navidad. El último pavero de Valdepolo no se ha ido del todo. Somos legión los que valoramos su aportación a la pervivencia de una estampa del medio rural no exenta de cierta visión de futuro. Tal vez sea el momento de recordarle en el mobiliario urbano, que así llaman a las estatuas que recuerdan en las plazas a los grandes hombres. Porque, no me cabe la menor duda, que Ambrosio lo fue. Y, tal vez, cuando pase el nublo de la gripe aviar dichosa, igual se le ocurre a alguien retomar el viejo sueño de Ambrosio, y apostar por la cría de pavos. Por cierto, una carne con demanda y una tradición rentable que se puede recuperar.
Comentarios
Publicar un comentario