Tres Cuartos de Siglo de Monacato en el Reino de León: 1050-1125
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Hacer alguna alusión genérica a las divisiones de la historia, convencionales o menos, en una aportación específica a la encarnación del fenómeno monástico en un determinado tiempo, puede parecer intolerable por caprichosamente paradójico.
Ya que los monjes, aun habiendo de vivir en su época, tienen una vocación escatológica llamada a trascenderla, a anticipar en la historia la metahistoria que podríamos decir.
De ahí que en apariencia su reducto sea el más inadecuado para tales digresiones, máxime si nos movemos en el ámbito medieval. Sin embargo, precisamente por esa obsesión vocacional suya por encima del tiempo, las repercusiones de éste en los monasterios y sus moradores han de ser forzosamente más significativas.
Unos tiempos
nuevos
Monasterio Cisterciense de Santa María de Gradefes.- Sala Capitular
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Lo cierto es que en nuestros mismos días sigue
habiendo monjes, y que su testimonio viviente nos brinda una pintiparada
oportunidad para meditar, de una parte en torno a la presencia activa e incluso
material del pasado en el presente, y de otra en la ineludibilidad del cambio
por encima de las pretensiones de la fidelidad a aquél aunque se la reduzca a
lo esencial.
Todo esto lo traemos a colación a propósito del signo de mutación que tiene el
siglo XII, sin que vayamos a abundar expresamente en la correlativa puesta en
tela de juicio de la adscripción a la Edad Media de las dos últimas centurias
que “oficialmente” lo siguen estando, por más que sean tan precursoras de la
modernidad y decisivas para su orto que cuesta fatiga separarlas de ella.
En un libro muy sugestivo[1], el romanista Alberto Várvaro, estima que la
aceptación de las tradiciones folklóricas en la literatura escrita es un
síntoma del cambio en cuestión, superado el monopolio de ésa por la doble
herencia clásica y cristiana[2]. Por supuesto
que no vamos a glosar esta opinión. Sí dar por sentada la mutación histórica
del ámbito cronológico de nuestro argumento.
Tanto menos espectacular en el recuerdo falsificado cuanto más reveladora que
el supuesto terror del milenio que se dice la habría precedido[3].
Un terrible
miedo colectivo, desencadenante de un cambio en la vida cotidiana de muchas de
las gentes atemorizadas, que no existió sino en círculos muy limitados y a
guisa más bien de ráfagas[4], hasta el
extremo de que la generalización a partir del siglo XV, estridentemente coloreada
en la historiografía romántica, del convencimiento de su mito, no puede ser más
aleccionadora para el historiador, en cuanto a su puesta en guardia frente a
las limitaciones de la interpretación globalizadora de las fuentes esporádicas,
en aras de tomar por significativo el dato que apenas tiene otra significación
que él mismo.
Abbaye de Saint-Benoît-sur-Loire FUENTE: http://fr.wikipedia.or |
El monje benedictino de Saint-Benoît-sur-Loire que, el año 998 o el 999, se
limitaba a desdeñar a algunos curas de París vaticinadores del inmediato fin
del mundo, con la respuesta misma de Cristo de no saberse el día ni la hora, se
nos aparece como el intérprete del sentir común.
También en esta Península Ibérica de un innegablemente
singular destino entonces, y en su finisterre que aún abundaba más en esa su
nota tipificadora, ella por cierto con un calendario diferenciado en treinta y
ocho años, por lo tanto la entrada del milenio también.
En “el tiempo de los monjes”, que le ha definido
Georges Duby[5], que un tanto en el milenio precisamente se había
acuñado, en cuanto éstos “estaban mejor adaptados a los cuadros enteramente
rurales de la vida material, mejor dispuestos a responder a las exigencias de
la piedad seglar, porque custodiaban reliquias, porque estaban rodeados de
necrópolis, porque en sus casas se rezaba a lo largo de todo el día por los
vivos y por los muertos, porque acogían a los niños nobles y porque los señores
viejos iban allí a retirarse para morir”, de manera que “las abadías de
Occidente se dejaron captar antes que los cleros catedralicios por el espíritu
de reforma que hizo resurgir sus ruinas, restauró la regularidad, reforzó su
acción salvífica e hizo afluirlas limosnas”.
Don Claudio Sánchez Albornoz.- FUENTE: http://www.fsanchez-albornoz.com/ |
“Cada día se edifica en León un cenobio nuevo”, evocaba don Claudio
Sánchez-Albornoz la ciudad de la etapa inmediatamente anterior, en esas tan
rigurosamente eruditas como novelescamente amenas “estampas” que fueron su
original pero no caprichoso discurso de ingreso en la Real Academia de la
Historia[6].
Y la frase no es
tópica, quedando su hipérbole nada más que en la manera del significante. Una
floración en la tierra que había mantenido sobre ella a sus hombres, ineludible
trasfondo para entender el protagonismo monástico en la primera fase
repobladora de la que los había perdido, la etapa que duró desde el siglo VIII
al X. Un monacato repoblador a la hora peninsular que, en la siguiente, la que
va a ocuparnos, una buena parte de ella el reinado del europeísta Alfonso VI[7], heredero ya de una intensísima vinculación
cluniacense, va a ir derivando hacia el monacato de la liturgia y el libro a la
hora continental.
Antonio Linage Conde
[1] Apparizioni
fantastiche. Tradizioni folcloriche e litteratura nel medioevo. Walter Map
(Bolonia, 1994).
[2] Señala como
novedad indiciaria la representación de una contienda artúrica en una
arquivolta de la catedral de Módena. Pero, a la luz del misterio romámico ab
initio, y aun del anterior, ¿podremos aceptar en el ejemplo una significativad
novedosa?
[3] Por otra
parte., la materia es susceptible de tanta amplificación, como para llegar de
por sí a toda una interpretación sin más de la historia; cfr., J-I.SARANYANA,
Sobre Joaquín de Fiore y los milenarismos medievales, en “Los milenarismos en
la historia” (ed.P.Castañeda y M.J.Cociña; Córdoba, 1996) 27-32) y H.BLOOM,
Presagios del milenio (Barcelona, 1997).
[4] Cfr.,
A.RUCQUOI, Mesianismo y milenarismo en la Edad Media española, “Medievalismo” 6
(1997) 9-31.
[5] Presentador
de “L’an mil” (París, 1967); cfr., H.FOCILLON, El año mil (Madrid, 1966; la
edición francesa es de 1952).
[6] Estampas de
la vida en León hace mil años (2ªed., Buenos Aires, 1947) 152-3.
[7] A.LINAGE
CONDE, Alfonso VI, el rey hispano y europeo de las tres religiones (Burgos,
1994).
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