Recordando LOS COLCHONES DE LANA
LOS COLCHONES DE LANA
Muchos de nosotros en nuestra infancia (ya hace años), dormíamos en colchón de lana y en algunas casas el jergón era de paja.
Aquellos colchones que hacían nuestras madres y abuelas con mucho esfuerzo y sacrificio.
Se compraba la tela que generalmente tenía grandes rayas, ramos y flores en tonos azulados, rojos y verdes, según el gusto de cada una. Era una tela fuerte y se compraba el doble de longitud que el colchón para hacer la parte de arriba y abajo. Después se cosían tres o cuatro tiras atravesadas y a la misma distancia unas de otras, lo mismo en la parte de arriba que la de abajo. En cada tira se hacían tres o cuatro pares de ojales a la misma distancia unos de otros; costaba mucho trabajo hacerlos por lo gordo y fuerte de la tira. Para terminar había que hacer la forma de las cuatro esquinas y ya estaba preparada la tela.
En muchas casas tenían ovejas que se esquilaban al final de la primavera. Para quitarla los piojos y demás suciedad, había que lavar en casa o en el reguero los vellones y toda la lana menuda secándola sobre la hierba teniendo gran cuidado de que no se manchara.
En muchas casas tenían ovejas que se esquilaban al final de la primavera. Para quitarla los piojos y demás suciedad, había que lavar en casa o en el reguero los vellones y toda la lana menuda secándola sobre la hierba teniendo gran cuidado de que no se manchara.
Rebaños al final de agosto.
Al sol para que se calentara bien, con un somier de muelles de caracol (o las costanas del carro para la hierba y paja), apoyado normalmente en dos sillas para que quedara a la altura de de las caderas de la mujer y cayera al suelo o llevara el aire el polvo que se formaba; se colocaba tendida encima la lana por partes y con unas varas de negrillo o avellano las mujeres provistas de pañoleta y sombrero iban golpeando fuertemente la lana para que se pusiera muelma y esponjosa, algunas lo hacían con tanto salero que parecía que estaban golpeando a su peor enemigo. La mejor técnica era de forma transversal para mayor eficacia.
Una vez preparada la lana se procedía al
rellenado del colchón poniendo el vellón grande en el centro y la menuda en las
esquinas y orillas. Hecho esto se cerraba el colchón y cosían la tela a mano sentadas en el suelo o
como pudieran.
Con las cintas bien lavadas y planchadas
enhebraban la aguja grande colchonera para atravesarlas del lado de arriba al
de abajo por los ojales efectuados para
que quedara consistente. Como estaba tan alto y gordo era difícil encontrar los
ojales del otro lado, al fin se encontraban y se ataban en lazo fuerte por la
parte de arriba y así en todos los pares de ojales.
Después de mucho esfuerzo por fin el colchón
bien vareado estaba terminado y se llevaba a la cama, los chavales ese día
estábamos deseosos que nos mandaran pronto a la cama, pues como quedaba tan
alto teníamos dificultad para subir y era un momento muy prestoso. Luego te
parecía que estabas en una nube y te hundías formando un hoyo del tamaño de tu
cuerpo y así los días siguientes en que las madres tenían que buscarte entre
aquella nube. En casa como éramos muchos dormíamos cuatro o seis críos en la
misma cama, unos para los pies y otros para la cabecera, nos dábamos patadas,
nos hacíamos cosquillas en los pies, pellizcos y un sinfín de trastadas y
seguíamos la juerga hasta que llegaba tu padre con la petrina y ponía orden.
Ahora bien, se
soñaba mejor con el colchón recién vareado.
Esta operación era similar con los colchones
viejos que todos los años había que deshacer y lavar para desinfectarlos,
asimismo se desinfectaba el somier y los largueros de madera de la cama con
agua hirviendo a falta de insecticidas y puedo asegurar que la limpieza era
total.
Ni que decir tiene que el trabajo para hacer
aquellas camas era muy superior al actual, había que mover todo el colchón para quitar los
abultamientos y que quedara todo curioso.
Como en aquellos años no teníamos mas
calefacción que la lumbre de leña, solo se calentaban algo las habitaciones por
donde pasaba el humero, pero era una gozada dormir en aquellas camas, te metías
en el hoyo y con el calor de la lana dormías muy a gusto, hasta que los padres
por la mañana te llamaban a voces para que te levantaras que había que almorzar
y a continuación ir a la escuela.
Con el tiempo, llegaron a nuestros pueblos los
colchoneros y se llevaron los colchones de lana y nos dejaron los de
espuma (cambiando de uno por uno, lo que
les suponía un gran beneficio), mientras que nosotros nos quedamos sin aquellos
sueños y el final de tantos y tantos cuentos.
Sirva este ejemplo para reconocer una vez más
los trabajos de nuestras madres, todo el día trabajando en casa, el campo, la
era etc….. Nunca haremos lo suficiente para agradecérselo.
Seguir a @templeteORG
¡De León tenias que ser para escribir semejante belleza de artículo¡ no te has olvidado de nada. Tambien soy de un pueblo de León y en mi niñez vivi todo eso y lo aprendí. Hoy solo conservo una almohada de lana de oveja y algunos cojines cuyo relleno "vareo" periódicamente"
ResponderEliminarSaludos cordiales
Elisaa Díez Alvarez